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La obesidad infantil en España también es un problema de clase

La bollería y galletas son baratos y están en todas las estanterías de supermercados, en las máquinas de vending, en las tiendas de barrio, en la publicidad e incluso en los hospitales
Según la Encuesta Nacional de Salud, la tasa de obesidad de hijos de trabajadores y trabajadoras no cualificadas (15,37%) triplica la tasa de obesidad de hijos e hijas directores y gerentes (5,41%)
La sociedad suele culpar al menor con sobrepeso u obesidad o la familia sin tener en cuenta que juegan un papel importante otros factores como los psicológicos, físicos o el ambiente que les rodea

¿Qué comida está más al alcance de la mano (y de los bolsillos) en nuestra sociedad: fruta y verduras o bollería? Una vuelta por el supermercado, las pequeñas tiendas de alimentación, el metro o incluso los hospitales nos lleva a una conclusión que puede resultar insólita. Porque lo cierto es que los bollos y galletas son baratos y están en todas las estanterías de supermercados, en las máquinas de vending, en las tiendas de barrio, en la publicidad e incluso en los hospitales.


Vivimos inmersos en lo que los profesionales sanitario llaman "ambiente obesogénico". Uno de los colectivos más perjudicados por este ambiente son los niños y especialmente, los de las clases empobrecidas. Según la Encuesta Nacional de Salud, la tasa de obesidad de hijos de trabajadores y trabajadoras no cualificadas (15,37%) triplica la tasa de obesidad de hijos e hijas directores y gerentes (5,41%).


Las consecuencias para la salud de esas tasas de sobrepeso y obesidad son un aumento en la incidencia de hipertensión arterial, diabetes tipo 2, problemas cardiacos, trastornos osteomusculares, algunos tipos de cáncer, trastornos del sueño, bajo rendimiento escolar, estigmatización social, baja autoestima y depresión.


La obesidad infantil es ya un problema de salud pública, pero los médicos de atención primaria detectan una falta de conciencia sobre este tema. Uno de los problemas es que la mala alimentación no tiene efectos inmediatos y tangibles en la salud, no se ve la peligrosidad en el momento.


La sociedad suele culpar al individuo o la familia en el caso de los menores sin tener en cuenta sus factores psicológicos, físicos o el ambiente que les rodea, negando la dimensión claramente social de este problema, provocado por factores como la presión de la industria alimentaria, la falta de educación nutricional e información, y que los productos ultraprocesados suelen ser más económicos que los frescos y saludables.


También los expertos critican al entorno, la publicidad, la forma en que están colocados los alimentos en los centros comerciales, el etiquetado, y el nivel económico para que la persona pueda llevar a la práctica los hábitos de alimentación adecuados. Inciden especialmente en el etiquetado de alimentos y señalan que el "enriquecido con vitaminas y minerales" o "infantil" son dos reclamos que, en los paquetes de productos que se venden en las grandes superficies, llaman mucho la atención a las familias, que piensan así que están ofreciendo la mejor alimentación a sus hijos, porque está enriquecida o especialmente destinada a niños.


Es conocida la polémica de los sellos de sociedades médicas avalando galletas o incluso leches de crecimiento. La Asociación Española de Pediatría salió al paso de estas críticas en 2015 señalando en un comunicado que "no existen alimentos buenos o malos sino una alimentación saludable o no. En el caso de los niños hemos de conjugar idoneidad de la dieta y su aceptación por parte de los menores. La galletas –como otras formas de cereales– son buenos instrumentos para conseguir hacer una dieta variada y saludable. El Comité de Nutrición de la AEP considera que las galletas son un alimento sano si se consumen en las cantidades adecuadas y dentro de una dieta variada". Dos años después, el sello se retiró de las galletas.


El argumento de la moderación y la idea de que hay que comer de todo se antoja como una rendija por la que se cuela el consumo frecuente de galletas y bollería por parte de la población infantil, especialmente en una sociedad en la que la información nutricional fiable que desmienta los poderosos mensajes publicitarios de la industria alimentaria parece más un lujo que un derecho de salud pública.


Comer de todo hace tiempo que dejó de ser un buen consejo. Los profesionales sanitarios (médicos y enfermeros) necesitan actualizarse en todo lo que es alimentación porque parte de su función es dar educación sanitaria a la población. Pero hay ciertos aspectos que tienen que ser abordados por dietistas o nutricionistas, como podrían ser las guías de alimentación y nutrición saludable que desde el sistema de salud se les da a las familias.


Según datos del Informe de Consumo Alimentario en España 2018, si bien las parejas con hijos en edad media suponen el 13,98% de la población española, este grupo consume el 21,68% de la bollería que se vende en España. En cuanto a las galletas, las parejas con hijos consumen el 23,62%. El peso de los hogares con hijos de edad media en el consumo de frutas baja hasta el 14%. Además, según estima la ONG VSF Justicia Alimentaria, "en los últimos 20 años, la dieta de los españoles ha cambiado: el 70% de lo que se come son alimentos procesados, altos en azúcares, grasas y sal". El mensaje de la moderación parece, por tanto, interesadamente ambiguo.


La mejor forma de abordar este tema es con la prevención. Si se quiere que las familias adopten una alimentación más sana, se podría empezar por reducir el consumo de bebidas azucaradas (refrescos y zumos) y de productos ultraprocesados y precocinados y aumentar el consumo de verduras, hortalizas y fruta que deberían ser la base de una alimentación sana.


Otra practica que tendría un efecto beneficioso seria disminuir el número de horas de pantallas/dispositivos y aumentar la actividad física, que dos de cada tres niños en España realizan de manera insuficiente. Es muy importante que toda la familia tome conciencia y sea algo de todos, no solo del niño. Comer juntos todas las comidas posibles, así como dar ejemplo es esencial.


Qué otras actuaciones se podrían articular a nivel central o desde las comunidades. Dentro del sistema educativo mejorar la formación en alimentación balanceada y cómo llevar una vida saludable, prohibir cualquier publicidad dirigida al público infantil como ha hecho Portugal, aumentar los impuestos de ultraprocesados y refrescos y disminuir el de frutas y verduras, incentivar la práctica de actividad física e invertir en prevención.


Dentro del sistema de salud, además de actualizar al personal sanitario de atención primaria en este tema, las autoridades sanitarias tendrían que hacer más trabajo para que los etiquetados de los alimentos fueran de otra forma y la gente pudiera ver de una manera más fácil lo que tienen delante. Se trata en definitiva, de tener la voluntad política de actuar contra la industria que promociona el consumo de alimentos insanos.



Fuente: https://www.eldiario.es/nidos/obesidad-infantil-problema-clase_0_946655814.html

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